martes, 25 de agosto de 2009

colillas

Algunos amontonan pedazos de uñas mordisqueadas, pero lo mío es amontonar colillas, dejar los ceniceros a rebosar; ya sé que es algo bastante habitual, incluso en mi, la diferencia surge cuando los cigarros los dejo mediados, como si el ansia de fumar se desvaneciera a las pocas caladas, para en unos segundos olvidarme de la insatisfacción de las bruscas inspiraciones, encender otro pitillo esperanzada y de nuevo en escasas caladas volverme a defraudar.

Cuando los cigarros los abandono sin terminar preludian lo que me empeño en hacer con todo, interrumpirlo sin finalizar. Atascado mi deseo, como si a mitad de camino se me revelara la futilidad del intento y renunciara a la satisfacción completa, por encontrarla imposible-o atemorizarme su plenitud-.
La espiral se hace imparable y no es que amontone sólo cigarros a medias, es que hago acopio de cosas inacabadas: trabajos a medias, relaciones a medias, gin-tonics a medias, hasta polvos a la mitad…

1 comentario:

Unknown dijo...

Se me ha venido esta estúpida asociación a la cabeza: "hijo mío, si algo no te sale bien a la primera, ¡no lo sigas intentando! guarda tu guitarra eléctrica en el armario junto con tu emisora de onda corta (...)y vamos a ver la tele" "y ¿qué ponen?" "¡Qué más da!" (conversación entre Homer y Bart Simpson).
O eso, o irse a Milano es un buen comienzo. Milano, pájaro torpe como dice el dicho de Tierra de Campos, que persiste y no muere de hambre y alimenta a su prole... Besos, y buen viaje. (por cierto, ¿los medios polvos no eran patrimonio del Sr. Benítez, o se propagan más que el H1N1? ay, ay, ay...)